Tal como marchan las cosas, es muy factible que en poco tiempo se pueda señalar los alrededores del año 2000 como el inicio de una segunda edad en la historia del cine, marcada por el soporte digital. Esta sucede a la primera, en la que la imagen y la proyección eran de naturaleza fotoquímica, no tanto por la renovación de esas constantes que aún permanecen (narraciones, ficciones, géneros, etcétera), sino por la diversificación de los canales de difusión y por los nuevos modos de ver películas.