Viajaban cuantas veces lo deseaban: estudiaban en el extranjero, decoraban sus casas, surtían sus despensas personales, se instruían, se superaban; todo el mundo se conocía entre sí, no había tantos nacos; aquellos que leían el periódico concentraban su atención en la sección de sociales; no había inflación; no diferenciaban bien a bien entre Centroamérica y Sudamérica. En fin, estaban muy contentos, colaborando en administrar la riqueza del país. Pero de pronto, a partir de los primeros meses de 1982, las cosas empezaron a cambiar.