El niño es niño en todas partes, no se cohíbe, no siente vergüenza, no huele el peligro. Solo el sueño o la comida le roban espacio al juego. El niño arma una casita a dondequiera que va. El niño, mi niño, se despierta con energía nueva y pasea el pingüino por la pared de madera, le susurra “pórtate bien”; le promete que, al llegar, le comprará unas gafas de sol