La primera tendencia tiene que ver con el mundo como mercado global del conocimiento. La universidad neoliberal responde a un modelo de universidad que tiende a la uniformización lingüística, epistemológica e ideológica. Su objetivo es competir sobre un mismo baremo de rankings y favorecer la circulación de un mismo perfil de académicos. En este contexto, la filosofía pasa a funcionar como una disciplina entre otras, sometida a las mismas reglas de juego. Esto tiene como consecuencia la estandarización de las prácticas del pensamiento y la reducción de la filosofía a un conjunto esquemático de corrientes especializadas, ya sean de tipo histórico, lingüístico-analítico, o temático (estética, ética, filosofía política, etc.). Dentro de ese marco, el predominio conceptual es el de la filosofía occidental y su historia, acompañada, cada vez más, de nuevas incorporaciones sectorializadas: filosofía de género o filosofías locales (española, china, etc.). Con variantes locales, las facultades de filosofía se parecen todas. Y cada vez más.