El maestro, en filosofía, no forma ni adiestra, libera: libera de lo que nos impide pensar. El verdadero maestro es, en última instancia, el maestro que nos libera de la tutela del maestro. Convertido ya entonces en amigo, nos entrega «a la felicidad de nuestra soledad».2 No es una paradoja: la relación entre amistad y soledad es la condición para empezar a pensar, para reaprender a ver el mundo reescribiéndolo. Dice Nietzsche que no podemos levantar la cabeza con nuestras propias fuerzas. Contra toda idea de inspiración natural o de palabra revelada, la filosofía nos sitúa de lleno en el terreno de la interdependencia humana: si pensamos, es porque algo nos es dado a pensar por medio de alguien, maestro, amigo, mediador
Abuelo