El mundo en que vivimos está marcado, desde hace siglos, por una división. Esa división no es el único factor que determina el presente, pero es un factor decisivo en la configuración del presente, tanto en el plano del conocimiento y del saber como en el plano de la vida moral. Esa división invade todo: el pensamiento y la memoria, las relaciones humanas, las obras que producimos los hombres, y las que dejamos de producir. Condiciona en gran medida nuestra comprensión y nuestro uso de las cosas, nuestra estética, nuestra ética y nuestra política. Condiciona nuestra mirada sobre nosotros, sobre los demás y sobre el mundo.
Esa división es la división entre «lo sagrado» y «lo profano», o, si se quiere, entre lo «religioso» y (el resto de) la realidad.
Profano:
Es un adjetivo que se utiliza para describir algo que está relacionado con lo secular, lo mundano o lo no sagrado. También puede referirse a algo que está fuera del ámbito de la religión o que es ajeno a lo divino. En general, se emplea para denotar aquello que está alejado de lo sagrado o lo religioso, aunque también puede significar algo que es común, ordinario o mundano en contraposición a algo que es especial, sagrado o sagrado. Por ejemplo, "el conocimiento profano" se refiere al conocimiento que no es religioso o espiritual, mientras que "un lugar profano" puede ser cualquier lugar que no tenga una connotación religiosa o espiritual, como una plaza pública. edificio no religioso.