Si no hay Bien ni Mal supremos, ni valor último, ninguna acción humana es intrínsecamente mejor que otra. Tenemos que aceptar que todas son, en realidad, equivalentes. Elegimos hacer que una acción sea mejor que otra, y lo hacemos así por nuestra propia elección. Esto resulta lo opuesto de un borroso y despreocupado liberalismo en el que todo vale. Con cada elección no solo me estoy creando a mí mismo, sino toda una moralidad, me guste o no. Esto debería ser suficiente para hacer pensar, indicaba Sartre. Déjate aniquilar o trata de ser presidente, pero date cuenta de lo que haces.