Ark Redwood

Caminar en conciencia plena nos aporta paz y alegría, y vuelve real nuestra vida

La Tierra es pudorosa, un planeta que odia que lo desnuden. La única vez que muestra su cuerpo desnudo de manera natural es tras el incendio de un bosque, o después de un terremoto, y aun entonces vuelve a vestirse enseguida con plantas pioneras que restauran su verde manto

En el jardín, a estas plantas pioneras las denominamos «malas hierbas», y hacemos cuanto podemos con tal de eliminarlas de nuestras preciadas parcelas. Resulta comprensible, más que nada porque ya tenemos nuestras propias plantas pioneras (o quizá deberíamos llamarlas «colonizadoras») para cubrir el suelo. A pesar de todo, admiro a esas plantas a las que con tanto desdén llamamos «malas hierbas». Hay algo que me resulta muy atractivo en esa tenaz determinación con la que insisten en escoger su propio hogar, pese a nuestros esfuerzos por desanimarlas. Al fin y al cabo, seguro que tan solo están respondiendo al ruego de la tierra para cubrirse por pudor, y ¿quiénes somos nosotros para poner en tela de juicio las razones de nuestro propio planeta

Podemos tomar la decisión de regar o no esas semillas, la elección es nuestra, pero no deberíamos darles la espalda y hacer como si no estuviesen ahí, porque forman parte de lo que nos convierte en humanos, y esa es una valiosísima herencia.

En la psicología budista decimos que somos jardineros de nuestra consciencia profunda y que lo que regamos en nuestro interior es lo que crece en este mundo. Ya hay ciertos árboles, flores y frutos en nuestro jardín. Tal vez haya también algunas malas hierbas. El jardinero no odia las malas hierbas. El buen jardinero sabe cómo valerse de las malas hierbas para abonar los frutos y las flores. La práctica de la conciencia plena no implica odiar las imperfecciones que hay en nosotros. La práctica consiste en prestar atención a lo que nos causa dolor y sufrimiento, y utilizarlo como abono para crear el jardín más bello posible.

Extraído de Together We Are One,
de Thich Nhat Hanh

Como ya sabemos, existe una multitud de criaturas, a simple vista y ocultas, que tienen por hogar el jardín. Debemos aprender a respetarlo y a no tratar con prepotencia a estas supuestas criaturas inferiores, solo porque estemos en posesión de una consciencia más compleja

Esta compasión, ligada a la sabiduría del sentido común, debería ser nuestra pauta a la hora de decidir cuál es el mejor modo de tratar las plagas y enfermedades

En el jardín se nos enriquece el alma gracias a la ayuda que prestamos para crear una nueva vida, aun cuando la situación parece sombría y desesperada. Aceptamos mejor el nacimiento, la enfermedad y la muerte porque estos se nos presentan de manera constante

El alegre mes de mayo
De haber un candidato al mes de mayor popularidad, mayo tendría muy buenos argumentos para presentarse. No hay mucho que se pueda decir en contra de esta gloriosa época del año. Todo rebosa vida, y el jardín suele tener su aspecto más radiante. Así lo sugiere el nombre del mes, sin duda, ya que procede de la palabra del sánscrito mag, que significa «crecer», y de la que derivan términos como «magnificar» y «magnífico». De aquí obtiene también su nombre la diosa romana de la primavera, Maya

en el mundo hay sufrimiento»