Me gustaría estar ahí cuando llegue la policía, pero no soy idiota. Sé que estudiarán cada auto que pase a baja velocidad por la zona, cada rostro que mire fijamente entre los curiosos reunidos en la calle. Saben que mi deseo de volver es fuerte. Incluso ahora, sentado aquí en Starbuck’s, mirando cómo el día se aclara tras la ventana, siento ese cuarto llamándome. Pero soy como Ulises, fuertemente atado al mástil de mi nave, atraído por el canto de las sirenas. No me estrellaré contra las rocas. No cometeré ese error.