José Kentenich

No podríamos aplicar esto mismo al Dios lleno de

Previendo una época en que todas las seguridades humanas iban a derrumbarse, buscó educar para una confianza basada únicamente en Dios.

No descansaremos hasta que no estemos incorporados, hasta que no estemos en plena armonía con estas tres actitudes fundamentales del Señor:

1) En su relación con el Padre, Jesús es, por excelencia, el Hijo de Dios unigénito y encarnado.

2) Él considera y trata a su Madre Santísima como su permanente Compañera y Colaboradora ministerial en toda la obra redentora.

3) Para los hombres, Cristo es, en todas las etapas de su vida terrenal y gloriosa, el Redentor y el Santificador [23]”.

“¡Por la Familia me dejo crucificar!”

La oración “Recibe, Señor” que se transcribe a continuación en cursiva fue compuesta en 1943. En ella, para ponerse cabalmente en manos de Dios y darse a Él por entero, el Padre Kentenich se vale de la conocida oración de san Ignacio de Loyola, “Suscipe Domine” (Tomad, Señor, y recibid)[36].

Por manos de mi Madre

recibe, Señor,

la donación total de mi libertad soberana:

toma mi memoria, los sentidos, la inteligencia;

recíbelo todo como signo de amor.

Para el Padre Kentenich la entrega es siempre algo que ha aprendido profundamente de María y lo ha realizado con Ella. Por eso, él quiere que la entrega a Cristo, en su oración, sea realizada por las “manos de mi Madre”.

“Lo que Tú dispongas es mi querer y mi bien”.

Ni un padre ni una madre,

en toda la intensidad

de su noble instinto de padres,

pueden querer al hijo predilecto de su corazón

como yo quiero a la Familia

que Dios ha convocado.

Gustoso doy por ella la honra,

el cuerpo y la vida,

la salud, la fuerza y los talentos,

si con esto, de acuerdo a lo que ella es,

la sirvo mejor

y si Dios así la corona con su amor y su fecundidad.