Si la Teología explicaba todo, incluidas las enfermedades y la curación, ¿cómo justificaba la enfermedad? Para los teólogos, las dolencias eran consecuencia inexorable del pecado, es decir, un castigo, pero también podía ser una prueba de Fe, una oportunidad dolorosa de reafirmarse como miembro de la comunidad cristiana. Aunque pudiera parecer lo contrario, ambas posibilidades no son incompatibles. Lo mismo sucedía con otras muchas creencias, había una débil frontera entre el misticismo y la herejía, entre el Bien y el Mal. En realidad, todo dependía del punto de vista.