Es un libro que habla sobre la masculinidad, sobre la complicidad entre hombres, en cómo el cuerpo cambia y trae estragos de las decisiones pasadas, que si quieres tocar como hoy Paul Mcartney hay que tener una muy buena condición física (¡¡por cierto, abrió nuevas fechas para fines de este año!!).
Para mí fue un libro en el que reconozco a un personaje pasivo que deja que la vida lo lleve, nadando de “muertito” ante las circunstancias, incluso ante aquellas situaciones que son violentas o que no está de acuerdo con ellas.
Cuestionarse, tenemos que cuestionarnos todo el tiempo ¿por qué casarse? ¿tener o no tener hijos? Para dejar de vivir sin tomar acción como Yulian el personaje principal de la historia que sólo al final pone un alto y comienza a tomar decisiones. Está escrito como un disco, con lado a y lado b, con rolas de canciones en sus titulares. Y casi al final tiene un cuento que el protagonista recuerda que su abuelo le contaba a petición suya, es una joya y desde la mirada de cuatro animales ya de edad avanzada (un burro, una gata, un gallo y un perro), son despojados por no ser lo suficiente fuertes o útiles, y entre ellos se van uniendo con el ideal de hacer música y ganar dinero en Bremen. Acá dejo la cita:
“Cualquiera puede ser músico, lo mismo un niño que un viejo y lo mismo una mujer casada que una soltera. Todos pueden cantar, todos pueden silbar, todos pueden llevar el ritmo. Porque una canción alegra al que la escucha.”
Dicen que Antonio Ortuño es el heredero de José Agustín, dicen.