La Justicia nos enseña que cuando somos fríos y rechazamos lo que nos parece grotesco e indeseable en nosotros, esa actitud tiene las mismas consecuencias que si tratáramos así a un amigo: pérdida de confianza, dignidad y poder personal. Por otro lado, cuando practicamos la amabilidad y la voluntad de comprometernos con esas partes que consideramos horribles o indeseables, estamos destinados a recibir una bendición. Puede ser cualquier cosa, desde un momento de paz libre de la dura crítica interior, hasta un cambio significativo y duradero. Y es importante recordar que no tenemos que querernos ni gustarnos a nosotros mismos para ser amables.