Pero, ¿hasta qué punto la imaginación es distinta de la mentira?
Vania Vargasje citiralaпре 4 месеца
Había completado el camino de la mirada del artista. Observación-memoria-imaginación. Los tres pasos de la lente de aumento.
Héctor Rojoje citiraoпре 3 месеца
En mi opinión, los escritores se dedican a la profesión más hermosa del mundo: crear las historias que nos explican como seres humanos; infelizmente, esa gracia suele llegar acompañada de algún mal, como la ceguera de Homero.
Héctor Rojoje citiraoпре 3 месеца
Los escritores, pensaba Pessoa, son ante todo inadaptados. Un escritor asume que la vida es como es, pero eso no quiere decir que le guste; es más, se niega a que le guste.
Jimena Maraldaje citiraoпре 3 месеца
Observación-memoria-imaginación.
Jimena Maraldaje citiraoпрошлог месеца
Eudora Welty se titulaba El hombre petrificado.
Jimena Maraldaje citiraoпре 8 дана
Escribir, creo, no es más que inventar un juego en el que tú pones las reglas.
Jimena Maraldaje citiraoпре 7 дана
El clímax se alcanza con la representación final en un auditorio lleno de público llegado del mundo exterior; la función termina en una atronadora ovación. La cámara sigue entonces a los presos de vuelta a sus celdas. Vemos una puerta maciza cerrarse detrás de uno de los reclusos y escuchamos el amargo sonido del cerrojo. El preso suelta entonces una frase demoledora: «Desde que conozco el arte, esta celda se ha convertido en una prisión».
A.je citiraoпре 3 месеца
Pero con un padre no existe el orgullo, con un padre te lo guardas donde te quepa. Esa y no otra, creo, es la causa de que los seres humanos solamos hablarnos con nuestros padres hasta el final.
A.je citiraoпре 3 месеца
El cuerpo decrépito de mi padre yacía en la cama. Había envejecido tanto durante esos cuatro años que mi sensación fue que mi juventud también se había esfumado de repente. Cuando llegó el cisma, mi padre tenía 72 años y era un hombre saludable; ahora tenía 76 y era un moribundo. Es difícil explicarle una transformación así a tu cerebro. Mi madre y mis hermanos podían comprenderlo mejor porque habían vivido con él todo el proceso. Yo solo había entrevisto a mi padre una vez a través de la cristalera de una cafetería; entonces me sorprendió lo encorvado que caminaba. La siguiente ocasión en que nos vimos fue cuando decidí enterrar el hacha de nuestra guerra imaginaria. El reencuentro se formalizó en un restaurante, como en una negociación de entrega de rehenes; de su nariz asomaban ya unas cánulas conectadas a una mochila de oxígeno. Eso sucedió un año antes de que lo ingresasen. Solo doce meses más tarde un joven doctor nos daba las condolencias a la salida del hospital.
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