Algunos han intentado definir el análisis obsesivo de la angustia que caracteriza mi libro La serpiente como una especie de «romanticismo de la angustia», pero el romanticismo implica una inconsciencia analítica, una forma deliberada de ignorar cualquier hecho que no cuadrara con la idea que se hace de las cosas. Mientras que el romántico de la angustia, lleno de una secreta alegría al ver de súbito que todo concuerda, desea incorporar el conjunto en su sistema de angustia, el analista de la angustia lucha contra este conjunto, con su análisis como baluarte, poniendo al descubierto por medio de su estilete todas sus secretas ramificaciones. En el plano político, esto implica que el romántico, que acepta todo aquello que pueda alimentar las candelas de su fe, nada tiene que reprochar a un sistema social basado en la angustia e incluso se lo hace suyo con una fatal alegría. Para mí, que soy por el contrario un analista de la angustia, ha sido necesario, con la ayuda de un método analítico de sucesivas exclusiones, encontrar una solución dentro de la cual cualquier máquina social pueda funcionar sin tener que recurrir a la angustia o al miedo como fuente de energía.