Otra capa de lectura para esos versos emerge al conocer el nombre civil de Elvira Hernández: Rosa María Teresa Adriasola. La que anda sola entonces, es el anverso biográfico de la autora: Teresa la vieja. A diferencia de la totémica tradición chilena, donde los seudónimos o heterónimos son elegidos para borrar nombres propios con poco pedigrí o mala prosodia (Neftalí Reyes: Pablo Neruda; Lucila Godoy: Gabriela Mistral), en el caso de Elvira sucede todo lo contrario. El seudónimo o heterónimo elegido es un nombre excesivamente común en Chile. No suscita atención ni interés particular, no es elegido con afán arribista o como una fórmula de borrar un pasado biográfico precario, sino al revés: subraya lo importante que significa escribir poesía desde la esfera común.