Ayer pasé la tarde con la señora Historias y hablamos de mi madre. Cuando le conté qué está buscando mi madre, se quitó las gafas, se frotó los ojos y negó con la cabeza. Después se quedó un rato mirando el techo y al final yo también lo miré. Como si lo estuviera leyendo, me dijo que a lo mejor no me hacía falta un padre perfecto, que a lo mejor me bastaba con una madre que estuviera en casa, que no me dejara. Me llevé una mano a la frente para taparme los pensamientos, la señora Historias tenía razón.