era cómodo arrojar a un pasado ya lejano, de 50 años atrás, todo lo que podía vincularse con la idolatría, con los “ritos y ceremonias que practicaban y hacían antiguamente en tiempos de la infidelidad”, lo que permitía escamotear a la vez el tema harto espinoso de la conservación del paganismo. Al tiempo bien terminado de los ídolos sucedía el presente sin tacha de la cristianización, como si de manera enteramente involuntaria la formulación de la pregunta española centrada en la época antigua y la prudencia de los informantes convergieran para oponer los dos periodos. ¿Equivalía a decir que los indios adoptaron, tal cual, la articulación cronológica basada en la Conquista española y que concedieron a este episodio una resonancia crucial? De manera bastante paradójica, sobre ese capítulo sus respuestas fueron vagas y alusivas. A este respecto el testimonio de Tamazula que evocaba la irrupción de “otro mundo” hace las veces de excepción. También es cierto que no se invitaba a los indios a expresar su sentir sobre la Conquista sino sólo a dar el nombre del español que había descubierto o sometido la comarca