Nube negra

verdad los bichos, y le susurré, “te amo,” por la primera primera vez, y lo dije en serio.

Creí decirlo en serio.

como con la mayoría de los hombres buenos, el acto fue poco memorable.

Puede ser egoísta y pecar de histriónico, pero siempre ha estado para mí cuando realmente cuenta. Es leal, ama ferozmente –me ama ferozmente– y eso es lo que de verdad importa.

. “Deja de pensar”, me decía, y yo paraba. Funcionaba. Es más difícil de lo que suena pero es más fácil de lo que podrías pensar.

El sentimiento que tengo, el aleteo en mi pecho –esto no tiene nada que ver con ser un suicida–. No quiero morir. No quiero ni cerrar los ojos.

Me gustaría dejarme hervir, abrirme el pecho, pero la gente espera tanto de mí y no hay espacio en este mundo para renunciar a él. Tengo miedo, porque quiero hacer algo cuestionable.

Quiero discutir sobre cosas no discutibles, como la Naturaleza de la Sociedad y Dios. Nadie va a ganar. No puedo dormir sin las pastillas.

Quince años sobrio y aun así estabas todavía enfermo y desesperado. Era todo lo mismo, solo que ahora tu droga tenía pulso.
Supe ahí mismo que sobreviviría a la temporada de huracanes. Y supe que debía hacerlo sola.
Así que tomé tu mano y la sostuve un momento, pero después la dejé ir.

La ciudad estaba gris debajo de mí: el cielo, los edificios, las calles, el agua. Casi podía ver la muerte en cada ola blanca, en las puntas entrecortadas del río, la manera en que la ciudad y el invierno llamaban a los que podrían querer morir.

Dos imágenes, las mismas pero diferentes, como al mirarse en un espejo manchado.