La cosa podría írseles de las manos. Pero ninguno de los dos rebasa nunca los límites, saben mantenerse al borde del abismo. Con los pies en el suelo. Han visto caer a otros. Sin duda saben que tienen más que perder que ganar. Y que no hay nada más delicioso que ese momento que se alarga y no se parece a ningún otro, ese momento de promesa y de deseo, y ese vínculo único, singular, que se crea a través del juego, y del peligro.