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Knjige
Mohamed Mbougar Sarr

La más recóndita memoria de los hombres

  • Adal Cortezje citiraoпре 2 године
    El azar no es más que un destino que ignoramos, un destino escrito con tinta invisible.
  • Everardo Lópezje citiraoјуче
    vida es lo que hay en medio de tal y vez,
  • Everardo Lópezje citiraoјуче
    No se puede vivir el instante y escribirlo al mismo tiempo.
  • Everardo Lópezje citiraoјуче
    día la Obra muere, como mueren todas las cosas, como se extinguirá el Sol y la Tierra, el Sistema Solar y la Galaxia y la más recóndita memoria de los hombres.
  • Everardo Lópezje citiraoјуче
    un azar no es más que un destino que ignoramos.
  • Rafael Ramosje citiraoпрошлог месеца
    Gracias a todos los astros de mi constelación amical, cuyas lecturas, sugerencias, generosidad o simples conversaciones han deshecho, rehecho y perfeccionado el libro: Sami, Annie, Elgas, Laurent, Lamine, Anne-Sophie, Aminata, Aram, Khalil, Ndeye Fatou, Yass, Ndeko Philippe, Fran, Abdou Aziz. Hay una parte de cada uno de vosotros en este libro: la parte inestimable de la amistad.
    Y acabo con Mellie, mi brújula y la de este libro, que se habría perdido en la Noche sin tu presencia.
  • Rafael Ramosje citiraoпрошлог месеца
    Para acabar, esperaré a que venga Madag. No podía aceptar su petición. Publicar lo que tenía en su cuaderno habría destruido su obra, o el recuerdo egoísta que quiero guardar de ella. Madag vendrá a verme una noche para pedirme explicaciones, quizá para vengarse, lo sé; y su fantasma, acercándose, murmurará los términos de la terrible alternativa existencial que fue el dilema de su vida; la alternativa ante la que vacila el corazón de toda persona obsesionada con la literatura: escribir, no escribir.
  • Rafael Ramosje citiraoпрошлог месеца
    Una cosa está clara: a Madag no le faltó tiempo, como decía en la carta que envía a su futuro. Simplemente, nunca superó El laberinto de lo inhumano. Desde luego, no debería haberlo intentado siquiera. Tal vez solo llevaba dentro una obra; una única y gran obra. Tal vez, en el fondo, cada escritor no lleva dentro más que un libro esencial, una obra fundamental por escribir, entre dos vacíos. Esta noche, todo se me ha aparecido con una serena evidencia: solo se podía hacer una cosa por El laberinto de lo inhumano, por Madag y por el manuscrito que dejó.
    Me lo llevé conmigo. El agua me llegaba ahora por la cintura. El cuaderno ya estaba atado a una pesada piedra. Intenté pensar en algo solemne, un epitafio, o la última frase de un testamento. No me vino nada a la cabeza y acabé por lanzar la piedra tan lejos como pude. Se hundió enseguida, arrastrando al fondo el cuaderno de Madag. Se volvió a hacer el silencio, de una insolente pureza. Me cansé nadando unos minutos, luego volví por la grava y me tumbé directamente entre la arena y las conchas. Recuperé el aliento observando la noche maternal del Sine, sin estar seguro de saber si me sentía triste o aliviado.
  • Rafael Ramosje citiraoпрошлог месеца
    Las últimas páginas escritas realmente llevan fecha de septiembre de 1969. Madag, entonces en Buenos Aires, se dispone a ir a Bolivia, donde cree haber encontrado al hombre que perseguía por Latinoamérica desde hacía veinte años: un antiguo oficial de las SS con el que tenía una cuenta pendiente, un tal Josef Engelmann. Este, antes de refugiarse en Sudamérica tras la guerra, habría conocido a Madag en los años cuarenta. Madag escribe que en 1942, en París, Engelmann arrestó y torturó a su amigo Charles Ellenstein antes de mandarlo a un campo de Compiègne, de donde fue deportado a Mauthausen.
    Desde 1969 hasta su muerte el año pasado, unos cincuenta años aproximadamente, Madag escribe con irregularidad. Hace muchas anotaciones breves, algunas ilegibles. Cree que va a pillar a Engelmann en Bolivia rápidamente. Pero el nazi aún se le escapa durante años. Madag no lo vuelve a encontrar hasta 1984 en La Paz. Sin más detalles, escribe que ambos ponen fin a su vieja historia en circunstancias «repugnantes y despiadadas». Luego vuelve a París, donde vive casi dos años antes de volver a Senegal en 1986.
  • Rafael Ramosje citiraoпрошлог месеца
    He leído varias veces el manuscrito de Madag estos últimos días. El texto no es una continuación de El laberinto, sino un relato autobiográfico cercano, en ciertas páginas, al diario íntimo. Comienza suntuosamente. Estaba convencido de haber dado con la auténtica obra maestra que buscaba. Pero tras unas páginas todo cambia: el libro se estropea y no vuelve a encontrar su camino, como si Madag, con el transcurso de los años, de los acontecimientos, del vagabundeo, no hubiese logrado mantener la promesa de sus primeros momentos. Algunos capítulos los he leído con un pesar infinito: percibía el talento de un escritor grande en tiempos, pero al que sus habilidades y su genio van abandonando poco a poco. Creo que él comprendió rápidamente lo que le estaba sucediendo, pero se obstinó. A veces, sí, en medio de algún párrafo errático, leía algunas páginas, algunas frases, veía alguna imagen, un retrato, oía una música; y en esos momentos, Madag me levantaba violentamente del suelo y me recordaba la pasta de la que estaba hecho. Pero esas fulguraciones solo iluminaban con más crueldad la espesura de la noche literaria que lo rodeaba, antes de apagarse.
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