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Knjige
Pedro Juan Gutiérrez

Mecánica popular

Pedro Juan Gutiérrez destilado en diecisiete relatos cubanos repletos de vitalismo, crudeza y sexo.
Diecisiete relatos que funcionan como una sucesión de estampas cubanas. Un retrato de la vida en la isla a lo largo de tres décadas, de los años cincuenta a los setenta del pasado siglo, en tres escenarios privilegiados: Matanzas, Pinar del Río y La Habana.
Sin embargo, este es un libro de cuentos que puede leerse también como una suerte de novela abierta o episódica, porque hay personajes que van reapareciendo en las sucesivas historias. En especial uno, Carlitos, al que conocemos de niño, y luego reencontramos convertido en recluta y en obrero de la construcción que quiere estudiar Arquitectura y sueña con convertirse en periodista.
Vemos a Carlitos abriéndose paso en la vida adulta, viviendo entusiasmos y decepciones. Y relacionándose con mujeres que lo marcarán: la madre, la tía sofisticada, la vecina que se parece a Sofía Loren y le provoca ensoñaciones masturbatorias, la novia con la que vive una situación muy peligrosa, la joven divorciada, la mujer madura y virgen… Y como trasfondo de sus peripecias, asoman los cambios sociales y culturales que se produjeron en Cuba a lo largo de esas tres décadas.
Pedro Juan Gutiérrez presenta en esta Mecánica popular un mosaico caribeño, repleto de vitalismo, conflictos, sueños y sexo. Viñetas de la vida cubana, una literatura arraigada a lo cotidiano retratado sin velos. Hay en estos textos visceralidad, crudeza, carnalidad y una pizca de melancolía por unos años que han quedado definitivamente atrás.
149 štampanih stranica
Prvi put objavljeno
2024
Godina izdavanja
2024
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Citati

  • Rafael Ramosje citiraoпре 3 сата
    A Carlitos solo le gustaba remar, estar fuerte, disfrutar aquellos momentos de soledad en medio del río, remando duro a contracorriente y sentir sus músculos y su cuerpo sólido. Concentrarse bien. A veces cerca de él pasaba algún tiburón. También iba río arriba. Hasta el matadero. Unos cuantos tiburones cada día. Comían los intestinos de las vacas, los cascos y otros restos que lanzaban a la orilla del río. Los tiburones tragaban todo aquello. Lo despachaban con unas cuantas mordidas. Y de nuevo bajaban, plácidamente, hasta el mar. Se guiaban solo por el olor. Podían oler aquella sangraza a kilómetros de distancia. Iban directamente, muy enfocados. Se llenaban la panza y de nuevo bajaban al mar. Satisfechos y felices. Sin detenerse jamás. Si descansaban se morían. Carlitos los miraba tan decididos y se decía a sí mismo: no se complican la vida. Van directo a comer esa carroña y son felices. Como yo. Soy feliz remando. No quiero competencias ni premios. No lo necesito. Mortíferos pájaros del alma.
  • Rafael Ramosje citiraoпре 3 сата
    Carlitos pensó: «Qué primos más pesaos. Son unos guajiros chinchús y entrometíos». El camino de regreso le pareció más corto. Se sentó en el fondo de la carreta, encima del enorme masacote formado por la red apestosa a fango y pudrición de mar. Se puso a mirar las estrellas. Era apabullante aquel cielo tan negro con tantos millones de estrellas. Tenía que cerrar los ojos fuertemente porque le invadía una sensación extraña de miedo. ¿Qué somos? ¿Quiénes somos en realidad? ¿Por qué estamos aquí? Quizás somos infinitos, como los números, que no tienen principio ni fin.
  • Rafael Ramosje citiraoпре 4 сата
    El tío, hombre de campo, hablaba poco. Lo indispensable. O menos. Carlitos un día le dijo:

    –Tío, tú casi no hablas.

    –Las mujeres son las que hablan demasiado y todo lo enredan.

    –Ahh, no sabía eso.

    –¿No has oído que en boca cerrada no entran moscas?

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  • Editorial Anagrama
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