Agua

Escapo de los huesos que me tejen.

Cuando no hago pie, soy. Medio pez, liquen verde que flota sin marca

esta tierra nueva, el agua.

Ella me saca el gorro y desliza mi malla. Me lleva a la lluvia y lava mi espalda. Me mira a través del agua. Apoya su manto transparente sobre mi piel. Se pega y con todos sus brazos me envuelve. Abro pezones y escamas para respirarla. Ella, bocas. Desciende y desliza su cicatriz contra mi vulva dorada. Entro con las manos en su cuerpo gelatinoso y salgo convertida en agua que escurro por nuestras piernas.

Ella me saca el gorro y desliza mi malla. Me lleva a la lluvia y lava mi espalda. Me mira a través del agua. Apoya su manto transparente sobre mi piel. Se pega y con todos sus brazos me envuelve. Abro pezones y escamas para respirarla. Ella, bocas. Desciende y desliza su cicatriz contra mi vulva dorada. Entro con las manos en su cuerpo gelatinoso y salgo convertida en agua que escurro por nuestras piernas.

En el vientre de las madres hay burbujas y mucho silencio, me dijo una vez Flora y me abrazó fuerte, tanto que me faltó el aire por mucho tiempo. Que yo no sabía pero que en mi panza vivía una gran familia de peces, de esos que se compran en bolsitas y que, si comía apurada, alguno de ellos iba a querer escapar por mi boca. Entonces, tenía que tomar mucha agua y además no fumar.

Puedo manejarme señalando las cosas que necesito sin siquiera mencionarlas. Con el dedo, con un gesto. Puedo no necesitar, ni siquiera, de mi cuerpo.

El océano es resplandor nocturno, aliento de agua tibia que nace desde adentro.

El mar tiene la forma de un vientre gigante. Deambulo por órganos que laten. Un pez pasa y lleva arrastrando un manojo de dedos. Ya sin manos, bajo hasta la casi oscuridad. Destellos de escamas doradas brotan ahora de mis entrañas.

Escapo de los huesos que me tejen.