El planeta de los hongos

así como modifican la tierra, también pueden transformar nuestras percepciones al crear nuevas conexiones neuronales, las cuales nos permiten nuevas formas de pensar y ser.

silencio se rompió el 4 de mayo de 1915 cuando el prestigiado botanista estadounidense William E. Safford (1859-1926) declaró ante la Sociedad Botánica de Washington que tras buscar los famosos «hongos embriagantes» de los que hablaban los códices no había dado con ellos, por lo que seguramente no existían y simplemente los indígenas los habían confundido con cabezas de peyote

Hay evidencias en petroglifos, murales y piedras talladas de la micolatría prehistórica que sobrevivió y se extendió para influenciar a las religiones modernas al inducir experiencias místicas

Se los ha considerado fermentaciones malignas de la tierra, como pensó el médico y poeta Nicandro de Colofón en el siglo II a. C., o entidades divinas, niños santos, que curaban el cuerpo y el alma, como creían los nahuas

De hecho durante gran parte de la historia humana los hongos han sido un misterio, organismos casi místicos que parecían brotar de la nada, que igualmente podían ser deliciosos que mortales, impredecibles y efímeros.

Es igualmente imaginado como un ser sobrehumano que como un caso lamentable de locura, charlatanería o fragilidad.

alguien que cree que todo está conectado espiritualmente.

A pesar del enorme daño corporal, las cigarras no quedan incapacitadas sino que, por el contrario, se vuelven hiperactivas e hipersexuales, aunque han perdido sus genitales. Al volar buscando aparearse frenéticamente van espolvoreando las esporas, que contaminan a otras cigarras, con lo que se convierten en «saleros voladores de la muerte», de acuerdo con Sheldrake.

Beug considera que las setas con más psilocibina son preferidas como comida por varias especies animales, incluyendo caballos, perros, renos y ganado.

Si algo debemos aprender del reino Fungi es que la noción de individuo es en el mejor de los casos cuestionable