al presionar el aspersor de la botella metálica, suelto también una rabia que me ha ido creciendo hacia las moscas, hacia su presencia molesta por lo aparentemente inofensiva, una rabia que no entiendo del todo hacia la gente a la que no se le ha muerto nadie, hacia el silencio que se cuaja entre mi hermana, mi mamá y yo, hacia los espacios vacíos.