Hacer el destino. Lo escuchaba de mi mamá: ayúdame a hacer el destino, no he terminado el destino, ya es hora de que aprendas a hacer el destino: barrer, lavar los baños, trapear, sacudir hasta la repisa más insignificante de la casa. Cuando me dieron al niño, conocí otra definición de destino: eso que tenía que pasar, lo que estaba escrito. ¿Puedo hablar de un destino, un juego en el que el niño se quede conmigo en la casa, barriendo y lavando platos para siempre?