El mayor peligro del libro, lo mismo tradicional que electrónico, no está en que vaya a ser sustituido por las diversas plataformas de internet, sino en la avasallante banalización de la cultura, ese tsunami de frivolidad que arrasa todo a su paso, lo mismo en los dispositivos digitales que en el libro impreso; esa puerilidad y esa ñoñez de los adultos que han reducido la cultura al simplismo del entretenimiento, en una sociedad del espectáculo que posterga, o ignora, los grandes libros, las obras maestras formativas, no sólo conformándose, sino enorgulleciéndose, de consumir lo insustancial, lo fútil.