Es un mundo en el que no se puede ignorar el mal. Está ahí, en todas partes, cambia el color y el sabor de todo. Ignorarlo u olvidarlo no es una opción, porque, cuanto más quieres huir de él, más rápido te alcanza. Pero puedes quedarte en el borde sin entrar. Aprender a estar en el umbral de ese mundo es el desafío, caminar como equilibristas sobre el filo de nuestro destino. Tropezar, pero, una vez más, no caer. No caer. No caer.