no pude dejar de notar que, pese a sus enormes potencialidades, la literatura nos hace, por regla general, más pobres en lo material, más conservadores en lo político y, tal vez por eso, en algunos casos, un poco más mezquinos en lo espiritual. Una relación intensa con la literatura nos aleja del deseo de transformar el mundo; debilita nuestro afán de comprenderlo, y casi siempre nos ubica en una posición contemplativa.