el narco ha adquirido el estatus de celebridad ante un público que se maravilla con la minucia de sus vidas y el horror de su muerte como si fuesen estrellas de cine y televisión, una mezcla seductora entre Los Soprano, Caracortada y Los ricos también lloran. Ya desde ese temprano texto Villoro anotaba el nivel mítico del fenómeno:
Como los superhéroes, los narcos carecen de currículum; sólo tienen leyenda. Desconocemos a sus pares en los Estados Unidos. En México son ubicuos e intangibles. Lo mismo da que se encuentren en un presidio de máxima seguridad o en una mansión con jacuzzi de concha nácar, pues no dejan de operar. Curiosamente, la negación de la violencia ha dado paso a un temor muy informado. Para certificar que los capos son los “otros”, seres casi extraterrestres, memorizamos sus exóticos alias e inventariamos sus dietas de corazón de jaguar con pólvora o langostinos espolvoreados con tamarindo y cocaína.23