Elogio del caminar

Caminar es a las actividades lúdicas lo que labrar y pescar son a la industria: es primitivo y simple; nos pone en contacto con la madre tierra y la sencilla naturaleza; no requiere de un equipo complejo ni de un entusiasmo fuera de lo común.

Pero el verdadero paseante ama caminar porque, lejos de distraerle, propicia la uniforme y abundante fluidez de una meditación apacible y semiconsciente.

El piso superior de un autobús es un lugar excelente para meditar; pero no proporciona, al menos en mi caso, esa peculiar influencia hipnótica que parece propiciar el pensamiento y los ensueños que disfrutamos cuando la locomoción se lleva a cabo gracias a los propios músculos.

No voy a defender mi insensibilidad ni a sostener que los paseos por Londres sean los mejores. Solo digo que incluso en Londres caminar resulta peculiarmente fascinante.

Las ideas son cosas resbaladizas. Es terriblemente difícil lograr que no se salgan del camino que les dicta la lógica. Se empujan unas a otras, y de repente se hacen a un lado para hacer sitio a vecinas irrelevantes e imprevistas

Y sin embargo la expedición solitaria tiene también un encanto particular cuando el único interlocutor posible es uno mismo.

Pero si existe alguna oportunidad de que los hombres puedan disfrutar de una buena conversación, es tras haber sido revitalizados por una buena caminata

La insistencia de algunos compañeros en que mis atajos tal vez sean el camino más largo no hace sino demostrar que los mejores hombres no están libres de envidia.

Eres, parecen decir, al fin y al cabo una pobre criatura prosaica, que finge un amor por los paisajes sublimes como si fuera un velo con el que encubrir motivos más serviles.

El piso superior de un autobús es un lugar excelente para meditar; pero no proporciona, al menos en mi caso, esa peculiar influencia hipnótica que parece propiciar el pensamiento y los ensueños que disfrutamos cuando la locomoción se lleva a cabo gracias a los propios músculos. La gracia, de todos modos, es que un simple paseo en Londres a menudo nos hace recordar vagamente mejores lugares y formas más nobles de dicho ejercicio.