De cada quinientos un alma

La luz del día comienza a caer rápidamente. Es la oscuridad que se aproxima y no es un anochecer uniforme y lento. Es como si la tierra estuviera siendo engullida, devorada con codicia, yendo a parar a los abismos de un dios, a las entrañas donde todo se originó.

En el principio había oscuridad. Tal vez en el final también haya solamente eso

De cada quinientos un alma. Ese era su tributo al Señor, pues siempre fue un hombre de sangre, y los hombres de sangre están destinados a la guerra, sea por voluntad, sea por necesidad.

De este modo, los tres hombres avanzan por la ruta intentado contener el horror de un inminente apocalipsis que si no es consumado por la ira de los cielos, inevitablemente será consumado por la ira de los hombres.

Edgar mira de nuevo por el espejo retrovisor, pero lo ajusta para observar el asiento trasero. Algo lo incomoda. Un presentimiento. Una leve puntada de aflicción.

Los buitres se mantienen distantes, posados en las ramas altas de los árboles, observando quietos el trabajo de los hombres, que a veces levantan los ojos recorriendo el cielo de una punta a la otra como si aún esperaran lo peor

Sus recuerdos lo remiten a un lugar en su historia, un lugar que siempre prefirió guardar en las profundidades con la intención de hacerlo desaparecer después de que pasara mucho tiempo sin ver la luz. Pero no es posible. Hay lugares que se alimentan de la oscuridad, de los secretos y de los pecados íntimos.

Con la epidemia vino el aislamiento. Con el aislamiento, el silencio. Las explosiones en las canteras cesaron y ni el canto de un grillo o el mugido de una vaca se escuchan. Quien no se soporta a sí mismo entenderá que el infierno no son los otros ni está en las profundidades de los abismos

Sus recuerdos lo remiten a un lugar en su historia, un lugar que siempre prefirió guardar en las profundidades con la intención de hacerlo desaparecer después de que pasara mucho tiempo sin ver la luz. Pero no es posible. Hay lugares que se alimentan de la oscuridad, de los secretos y de los pecados íntimos.

En el principio había oscuridad. Tal vez en el final también haya solamente eso

En eso consiste un matadero. Se mata. Para Edgar Wilson, además de matar, es importante encomendar el alma de cada rumiante que se sacrifica. Edgar cree que poseen una y que cuidará de cada una de ellas cuando muera. De cada quinientos un alma. Ese era su tributo al Señor, pues siempre fue un hombre de sangre, y los hombres de sangre están destinados a la guerra, sea por voluntad, sea por necesidad.