quizá resulte comprensible que la dinámica familiar se preste a ello, porque nos han dicho toda la vida que los parentescos se tratan de cariño y que los poderes que de ellos emanan están revestidos de un amor puro. El punto aquí es que no se puede ser indiferente al mecanismo perverso que replica este sistema privado, pero no toma en sus manos las responsabilidades derivadas de ello en forma de política pú-
blica, sino que cuenta con que se harán cargo quienes las enfrentan en sus espacios más íntimos y, por lo tanto, no tienen de otra.