La búsqueda del bien del otro, también conocida como benevolencia, es quizá la principal de estas disposiciones. Significa no tanto que me importe un bien concreto del otro –ni siquiera un bien para el otro–, sino que me importa el otro: me interesa que sea feliz. La benevolencia indica la autenticidad del afecto hacia nuestros amigos, que supone «reconocerlos y afirmarlos tal como son, con sus problemas, sus defectos, su historia personal, su entorno y sus tiempos para acercarse a Jesús. Por eso, para construir una verdadera amistad, es preciso que desarrollemos la capacidad de mirar con afecto a las demás personas, hasta verlas con los ojos de Cristo»