Una mujer corre

Lo que se calla se olvida. Hasta que ya no es. Desaparece. Muere.

El deporte es con dolor. El que no está preparado para el dolor no puede entrenar

Haile Gerbreselassie dice: «En la maratón como en la guerra necesitas de un general y un soldado, el general es la mente, el soldado es el cuerpo».

Soy ingenua. No soy ingenua. Estoy ingenua. Atontada.

No se repara. Se esconde. Para qué me voy a operar. Así estamos bien.

¿Sufre? Aquello que la avergüenza vuelve a sonrojarla cuando lo piensa. Le gustaría borrar la imagen.

Ni mira el suelo que pisa. Conoce cada centímetro de la vereda, cada pozo, cada bajada de cordón. Trote monótono, repetido. Sin esfuerzo. Podría apretar el paso, duplicar el ritmo. No lo hace. No lo necesita.

Antonia no tenía mucho, pero tenía ese cuerpo. Era suyo. Lo cuidaba, lo entrenaba con esmero.

No era egoísmo. Era su propio instinto de supervivencia que prevalecía por encima del de la especie. Antonia era ante todo ella. Todavía ni siquiera sabía qué tanto había de los otros en ella. Sabía que no podía vivir sin salir a liberar energía al menos día por medio.

Había esperado meses que naciera el bebé para volver a correr, si amamantaba debería posponer el regreso al entrenamiento y eso era algo que no estaba dispuesta a hacer.