¿Es posible del todo organizar los vocablos, las oraciones, los signos de puntuación, los párrafos o los versos para que quepan ahí los cuerpos de los hombres y las mujeres pobres que, un buen día, emprendieron un viaje sin retorno, y el territorio árido, siempre expansivo, sobre el que afincaron sus pies, y los cultivos y minerales con los que entraron en una relación carnal y asimétrica, y tantas veces cruel, que, sin embargo, les asegura un lugar sobre el planeta?