Luego confiesa que si ella pudiera encontrar un trabajo escribiendo cartas de amor cada día, dejaría de escribir novelas. Quizás lo haría gratis, aunque es cierto que solo cuando hay una urgencia que necesita ser dicha la carta llega al corazón de quien la recibe, de otra forma sigue siendo ficción. Ella cree que las cartas dicen mucho de los sentimientos de quien las escribe: las cartas más ordenadas hablan del esmero; las que se guardan en un sobre cerrado, con cuidado, esconden secretos; las que revelan los olores de la piel son cartas nerviosas que han pasado del cajón a las manos, de las manos al cajón, impregnadas del sudor que se convierte en la duda de ser reveladas.