Memoria por correspondencia es la historia de una desgracia, está lejos de ser un libro plañidero y parece, más bien, el libro de alguien con un altísimo sentido del humor. O, si se prefiere, de alguien que ha sabido pasar el sentido trágico de la vida por el tamiz adecuado —el de la literatura— para transformarlo en el regocijo trágico de la prosa. O algo así.