teoría es que la vulgarización del trabajo plomeril le quitó al oficio la épica. Inventos transmitidos por generaciones, como el alambrito, la rosca, perdieron su eficacia ante la aparición de productos que, en vez de reparar o reacondicionar, se limitan a cubrir el desperfecto. Al cabo de poner cinco parches en un día un plomero no tiene una sola historia que contar.