Clara y confusa

de las cosas que aprendí a su lado es que el trabajo de un artista no es su obra. La manera en la que viven produce la obra.

podía ser casualidad que sacara a colación nuestro pacto el mismo día que había obtenido las pruebas de los manejos turbios del gremio. Alguien me estaba espiando,

Claro que sí, salvo que, para escuchar, antes tienes que aprender a des-escuchar.

Las actividades del centro cultural estaban destinadas a analfabetos, personas a las que les sobra criterio y les falta sensibilidad.

Lamento no ser un artista progre, me defendí. No es necesario, argumentó con desdén. Odiaba a los artistas, peor si eran progres.

teoría es que la vulgarización del trabajo plomeril le quitó al oficio la épica. Inventos transmitidos por generaciones, como el alambrito, la rosca, perdieron su eficacia ante la aparición de productos que, en vez de reparar o reacondicionar, se limitan a cubrir el desperfecto. Al cabo de poner cinco parches en un día un plomero no tiene una sola historia que contar.

seis o siete que continúan frecuentando la mesa reservada para los plomeros en el Platón siguen convencidos de que hay corrupción en el gremio

parece desmesurado. A menos que la esencia de un gremio, su aspiración, sea el bienestar absoluto de sus afiliados, algo parecido al paraíso.

cerca de ella me da la esperanza de que algún día mi espíritu crítico ceda y yo también pueda pertenecer.

dos docenas de ostras y dos botellas de vino blanco seco.