A Sadie Thompson la ingresa su madre en un internado de monjas a los tres años y allí la deja hasta los once, vacaciones incluidas. Un día se presenta con un marido nuevo y la niña convive con ellos un curso. A los dieciocho, en plena época de exámenes, su padrastro la requiere porque la madre está hospitalizada y alguien tiene que cuidar a los perros. La madre muere, dejándole un apartamento y unos considerables ahorros que tenía en secreto, así como una talla de caoba de una Madonna. Concluido el funeral, Sadie le roba un Mercedes a su padrastro y recoge en él a un joven autoestopista que lo primero que le dice es que no debería recoger autoestopistas; pero a ella le cae tan simpático que le regala el Mercedes. Así empieza, a los diecinueve años, la nueva vida de Sadie… y no tardará en descubrir que la solidaridad femenina es callada y marginal, y que los hombres, nada callados y siempre centrales, no son sus amigos. Un extraño lema que le repite la gente que le miente y hace daño −«Lo hice porque te quiero»− la obsesiona. Con la misma moneda (1981), última de las tres novelas que escribió Verity Bargate, es definitivamente rara, irreverentemente fantasiosa: toca límites y los cruza. Como No, mamá, no, plantea una rebelión que solo puede llevarse a cabo con una violencia inesperada.