Cuando hablo de humanidad no estoy hablando solo de Homo sapiens, sino que me refiero a una inmensidad de seres que excluimos desde siempre: cazamos ballenas, les sacamos las aletas a los tiburones, matamos leones y los colgamos en la pared para mostrar que somos más bravos que ellos. Además de la matanza de todos los otros humanos que nos pareció que no tenían nada, que estaban allí solo para proveernos de ropa, comida, abrigo. Somos la plaga del planeta, una especie de ameba gigante. A lo largo de la historia, los humanos, o mejor dicho, ese club exclusivo de la humanidad –que está en la declaración universal de los derechos humanos y en los protocolos de las instituciones–, fueron devastando todo a su alrededor. Es como si hubieran elegido una casta, la humanidad, y todos los que están fuera de ella son sub-humanidad.