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Knjige
Irene Solà

Te di ojos y miraste las tinieblas

  • Cristinaje citiraoпрошле године
    Pero a la vieja, que dormía como una fruta podrida caída del árbol, sobre todo la vigilaba. Porque Margarida quería estar ahí cuando Bernadeta se muriera. Quería verlo. Quería ver cómo se le negaban la salvación y la gracia divina por haber andado tantas veces con el diablo.
  • Berenice Torresje citiraoпрошле године
    Lo entendió. Comprendió que todo tiene su precio. Y que el precio siempre es demasiado caro.
  • Mitzi Camposje citiralaпрошле године
    Había nacido, como todas las cosas que nacen. Pero Marta no se había muerto. Todavía. Como todas las cosas que mueren
  • IA zatosje citiralaпре 6 месеци
    Le gustaban los dichos del amo. «Mujer peluda, al diablo ayuda», «Cuando el demonio no puede, manda a la mujer», «Cuando el diablo duda, a la mujer pregunta», «Donde no hay mujeres las lleva el diablo».
  • Lou Lamagaje citiralaпрошле године
    Pero entonces Margarida lo entendió. Con el corazón en un puño. La cama de sus hijos estaba vacía y las mantas, frías, y Margarida lo entendió. Sabía que, por culpa del pacto que Joana había hecho y deshecho con el diablo, a ella le faltaba un cuarto de corazón y a Blanca le faltaba la lengua. Que aquella hermana suya amarillenta que se llamaba Esperança había nacido sin hígado. Al heredero le había faltado el agujero del culo. A Esteve, una oreja, a Guilla, el nombre, a Àngela, el dolor, a Martí el Coix, medio palmo de una pierna, y a Bernadeta, las pestañas, y después entendería que a
  • Abigail Mirandaje citiraoпре 10 сати
    Se había casado con una mujer necia, le contaba, pura queja toda ella. Se había casado sin amor, porque era la heredera y tenía una casa que había resultado ser una masía yerma, hundida y maloliente, agarrada al suelo como una garrapata.
  • Abigail Mirandaje citiraoпре 10 сати
    Pero no vivió mucho tiempo en el molino, porque la primera noche ya le pidió a la Virgen que por favor matara a su marido. Después siguió rogándoselo insistentemente todas las madrugadas. Y cuando la Virgen lo mató, que no tardó nada, Elisabet dio una fiesta. Para sus adentros. Con músicos que tocaban la chirimía.
  • Abigail Mirandaje citiraoпре 11 сати
    cida, pesada dentro de la boca. Y malvivía, apartada de la luz del día, viendo pasar las semanas, sola, como una mujer enterrada en vida. Hasta que una mañana ig
  • Abigail Mirandaje citiraoпре 11 сати
    Margarida le decía, «No huyas, no te vayas». Pero él se reía. Como si hiciera una broma para sus adentros y solo él se la riera. «Las mujeres os aferráis a los sitios», respondía, «os atáis como perras. Al pasado, a las casas, a los hijos, a las cosas.» Y se iba feliz dándole la espalda. Contento de irse. Se alejaba de casa con Bou, y después, cada vez con más hombres. Y Margarida se quedaba sola con todas las cargas. Con los hijos por criar y los campos por sembrar.
  • Abigail Mirandaje citiraoпре 11 сати
    Le gustaban los dichos del amo. «Mujer peluda, al diablo ayuda», «Cuando el demonio no puede, manda a la mujer», «Cuando el diablo duda, a la mujer pregunta», «Donde no hay mujeres las lleva el diablo». Bou asentía. «Cuando el demonio quiere aprender, por maestra coge a la mujer.» «Una vez que el diablo con la mujer jugó, ella lo ganó.» Por la noche, Francesc les mandaba, «Arrodillaos. Rezad. Arrepentíos».
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