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Knjige
Simón Ergas

De una rara belleza

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    Dentro de ese Moni de 20 años, curtido por la guerra, Suzy pudo entender el sencillo y triste corazón que se escondía detrás de una caja de costillas para no ser visto, para no compartir la pena y la culpa de haber sido él un sobreviviente, él y no el resto de sus familiares.
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    Pero cualesquiera que sean, las palabras de despedida nunca son las últimas
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    descubrir al ser humano que no muerde sino que abraza,
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    Lo inevitable no es nuestro enemigo, no la guadaña celosa, sino los seres vivos que pueden traerla a destiempo.
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    para la vida, que nunca es vida sino es también muerte.
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    Él podría haberse quejado toda su vida, toda su juventud, haber seguido a su padre reclamando constantemente, podría haber arrasado este planeta exclamando que la humanidad le debía algo, cultivar rabia y odio, convertirse él mismo en un pisoteador. En vez, hizo de su pena un color distinto a todos los demás, una fuerza intencional que viaja hacia el otro lado, con energía propia, sin transformarse en otra batalla. Evitar la guerra hace al hombre, no pelearla.
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    Todos los extremos del planeta tienen la misma antigüedad, pero curiosamente hay algunos que nos parecen más viejos que otros, tierras que percibimos milenarias sólo porque sabemos más de ellas.
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    Frente a la desgracias siempre queremos saber la verdad y no todos tienen la suerte de conocerla.
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    Por primera vez en mi vida acepté un rito y lo interpreté sin sentir contradicción.
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    Al principio no sentí tristeza. El impacto y la madrugada me llevaron a la ducha con muchas preguntas que no me dejaban reaccionar. Sin estar seguro de mi vigilia, cubierto con el calorcito del chorro, pensé en el fin de la vida, la ausencia, el cambio. No me imaginaba lo que había más allá, no me esforzaba en visualizar el viaje de mi abuelo; sólo le daba vueltas a la idea de vivir sin él. Pensaba en mí, en el agua salada que se juntaba en mis ojos y no en por qué sentía que me desarmaba por dentro.
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