¿Existe una gran Historia que narra los sucesos “exteriores” al individuo y otra pequeña e independiente constituida por los pequeños relatos de lo cotidiano?
Morir por Perón, de Edgardo Lois, es una demostración literaria de que esta división que suele aceptarse sin discusiones no existe, porque el destino no es un atajo individual y caprichoso de la vida de cada persona, sino una encarnación particular de la Historia. Por eso, la novela de Lois evita con lucidez darles a los sucesos históricos un tratamiento novelístico y elige, en cambio, respetar el carácter de enumeración explicativa que les corresponde.
¿Por qué quitarles las características propias del relato del pasado cuando éste es la condición de posibilidad de cualquier otro relato, ya sea real o inventado? Los sucesos de la Argentina de que dan cuenta Felipe y El Griego no son independientes de la relación de violencia y sometimiento que se entabla entre Inés Pagani y Roberto Teufelo.
La soledad insular de Mariano Larra que lo lleva a atisbar el “afuera” desde la ventana del baño, su doloroso exilio dentro de su propio país no son una conjura del azar, sino una de las múltiples formas de cristalización de la realidad social de la Argentina que produjo una multitud de exiliados que nunca cruzaron la frontera. Una novela que acierta al restituirle al relato histórico sus características específicas y al mostrar con maestría literaria lo que la Historia puede hacer con el individuo. Mónica López Ocón