El devenir “mujer” en Simone de Beauvoir

nace una hembra humana y la sociedad se encarga de que sea una mujer conveniente: dócil, pasiva, resignada. ¿Cómo sucede ese aprendizaje?

No será difícil de deducir para una lectora perspicaz: la característica que define a la mujer es su situación de subordinación al varón. Y, a diferencia de otros grupos oprimidos, las mujeres no han conocido un momento histórico en que esto no haya sido así: entre los sexos nunca se ha planteado una situación de reciprocidad (2018b: 49).

Mientras el hombre sale al mundo y se enfrenta a nuevos retos, nuevas conversaciones, nuevas rutas y un buen número de situaciones inesperadas, la mujer queda retenida en un cúmulo de tareas repetitivas y cíclicas en un espacio cerrado

el sentido de la vida de la mujer no es una construcción propia, derivada de un anhelo, de una vocación. Al contrario, la mujer va integrando en su cotidianidad que el sentido de su vida no es ella misma ni sus deseos sino los otros a los que se le aboca a entregarse. La esposa se entrega al esposo. La madre, a sus criaturas. La joven, al amante. La musa, al artista. En otros términos, la mujer necesita a otros (varones) de referencia ante los que rendirse para que su vida sea significativa

ahora la jaula está abierta. Pero no se encuentra a sí misma para salir. No es tan fácil pasar de «ser para otros» a ser una mujer sola: un sujeto soberano dueño de su destino; y así Murielle se pregunta:

«¿qué sentido tiene andar paseándose sola? (…) ¡sola! a mi edad ¿qué aspecto tiene una en las playas, en los casinos si no se tiene un hombre al lado?» (2015: 121).

cumplir con la misión que la feminidad hace recaer sobre ella, ha de renunciar a su humanidad: a su voz, a sus deseos, a sus ideales, a sus proyectos. Se le pide que sea objeto, pasividad, renuncia. Se le pide entregarse. Renunciar a su Yo:

. El hombre, para llevar a cabo su destino como ser humano, no ha de renunciar a su masculinidad: al contrario, es su virilidad la que le confiere su humanidad, es decir, su capacidad de decisión, de movimiento, su derecho a la ira y a la acción. La mujer, en cambio, para

«Se da por hecho que ser un hombre no es una singularidad; un hombre está en su derecho de ser hombre, la que se equivoca es la mujer» (2018b: 47). Esta afirmación de De Beauvoir contiene la esencia de la noción de alteridad, uno de los pilares conceptuales de El segundo sexo y del pensamiento existencialista

Simone de Beauvoir nos lanza una pregunta. ¿Por qué dedicamos tanto tiempo a estudiar qué es una mujer?