es
Knjige
Peter Stamm

El archivo de los sentimientos

Un documentalista ha consagrado años de su vida a construir en casa un archivo inmenso donde poner en orden su mundo. Uno de los archivadores que guarda con celo está dedicado a Franziska—alias Fabienne, una cantante famosa—y pesa nada más y nada menos que dos kilos, el peso de un amor que no languidece. Cuando, finalmente, el narrador se decide a retomar el contacto con ella, tras décadas distanciados, pone en peligro su existencia, desdichada pero pacífica, de demiurgo moderno: ¿podrá conservar intacto el amor que siente por Franziska, resguardarlo del paso del tiempo como los expedientes del archivo? Peter Stamm busca respuesta a esta y otras preguntas inescrutables urdiendo una singular historia de amor que desbarata, con sentido del humor y ternura, los códigos de la novela sentimental.

«Desde sus primeras novelas el suizo Peter Stamm supo ganarse fama de existencialista. Una especie de Camus con el estilo seco de Hemingway. Stamm escribe con una prosa limpia y sobria, que funciona en armonía con la propia sencillez de El archivo de los sentimientos: el autor elimina de su obra cualquier artificio, yendo directo al núcleo de las emociones. Es este rastreo sentimental y de los recuerdos, con la mayor precisión posible, lo que caracteriza la novela».
Luis M. Alonso, La Nueva España

«Una novela conmovedora e ingeniosa de uno de los escritores europeos más fascinantes».
The New York Times Book Review
151 štampana stranica
Vlasnik autorskih prava
Bookwire
Prvi put objavljeno
2024
Godina izdavanja
2024
Izdavač
Acantilado
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Utisci

  • Jonathan jesus Martínez ortizje podelio/la utisakпре 4 месеца
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Citati

  • Ivana Melgozaje citiralaпре 3 дана
    El agua estaba oscura, casi negra. Cerca de la orilla, noté los largos tallos de las plantas subacuáticas, que aquí crecían hasta la superficie y me rozaban las piernas. Yo hundía la cabeza en el agua tras cada brazada y mantenía los ojos abiertos. Entonces, a través del agua turbia, como una clara premonición, vi el cuerpo de Franziska delante de mí.

    Ella se sumerge y yo la sigo a esas tinieblas. De pronto el agua se aclara, y en los vestigios de luz veo su figura esbelta, las brazadas serenas y fuertes con las que gana profundidad. En un momento se gira, como si me esperara. Sonríe y me hace gestos con la mano para que me acerque. El cabello ondea en torno a su cabeza, son como los tallos de las plantas subacuáticas. Ya estoy casi a su lado. Franziska agarra mi mano, me atrae hacia ella y nos besamos. Unas burbujas de aire salen de nuestras bocas abiertas, de nuestros bañadores, me parece estar oyendo el eco de una risa. Intento agarrar a Franziska, pero su cuerpo se me resbala. Ella vuelve a tomar mi mano y sigue arrastrándome a la oscuridad, al frío, a las profundidades que se abren a nuestros pies. Sin aliento, abro los ojos. Por la otra orilla está pasando un hombre con un perro.
  • Ivana Melgozaje citiralaпре 3 дана
    Me siento en un talud de la orilla, el paisaje se desdibuja, cierro los ojos. Con el sonido del agua, emergen las imágenes. Franziska y yo en la piscina, a orillas del río, a veces en uno de los pequeños lagos de la zona adonde íbamos a nadar.
  • Ivana Melgozaje citiralaпре 12 дана
    Me gusta ese lento deterioro de la casa, ver desconcharse la pintura de los postigos, cómo se desmorona la masilla de las juntas en las ventanas. Me gustan las telarañas en los rincones de las habitaciones, el polvo en unos libros que, en su mayoría, pertenecieron a mis padres. Me gusta el olor de la vieja encuadernación en tela, el olor indefinible de la casa en general, que cambia muy lentamente con el paso de las estaciones. Los olores de las estaciones, otro archivo que debo crear.

    A veces me siento en la cocina o arriba, en el suelo del pasillo, donde, de niño, solía jugar a menudo. O me siento en la cama de mi habitación y espero inmóvil a que me lleguen los recuerdos, voces lejanas, imágenes borrosas, sentimientos intuidos y tan distantes que ya no duelen. Los largos años idénticos, los desayunos, comidas y cenas en las que apenas se hablaba, o no se decía nada importante. La repetición, la certeza de que al día siguiente nos sentaríamos de nuevo todos juntos, y también al siguiente, la próxima semana, el próximo año. Entonces el tiempo parecía infinito, como si no existiera.

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