—¿Es después ya? —preguntó Roth.
Le lancé una larga mirada y sonreí mientras me levantaba de forma fluida, con una gracilidad de la que nunca había pensado que sería capaz.
—Solo si me atrapas.
Roth se levantó de golpe, capturó mi mano antes de que pudiera despegar siquiera y entrelazó los dedos con los míos.
—Ya lo he hecho, Layla.
Y eso había hecho, hacía mucho tiempo, cuando entró pavoneándose en un callejón oscuro y derrotó a un demonio Impostor. A decir verdad, en realidad yo ni siquiera quería huir.