Afortunadamente, podemos entrever a un gran poeta y escuchar el sonido de su voz, o hacerle una pregunta a un hombre de ciencia que nos responderá amablemente. Podemos usurpar diez minutos de conversación en la oficina de un ministro, tener una vez en nuestras vidas el privilegio de detener la mirada fugitiva de una reina. Y sin embargo esos azares huidizos los codiciamos, gastamos nuestros años, nuestras pasiones y nuestras facultades en perseguir un poco menos que aquello, mientras que, durante ese tiempo, hay una sociedad que está continuamente abierta para nosotros: muchas personas que nos hablarían todo el tiempo que quisiéramos, sin importar nuestro rango.