Es posible que yo necesitara sentirme especialmente mal con un invento. La neurosis tiene sus preferencias. Lo cierto es que las cámaras digitales significaban para mí un infierno de la reproducción. Nadie escoge su disparo; no hay desperdicio posible; todo puede ser borrado. La fotografía analógica tiene que ver con la elección, el uso especial de un momento; la fotografía digital es un continuo indiscriminado donde la imagen decisiva no depende de la voluntad sino del azar. Ignoro qué tan demoniaco es esto. En todo caso yo necesitaba un demonio y lo encontré ahí. Me habían robado el olor de los materiales, el foco rojo en la penumbra, el placer de lo que aparece lentamente. Todo eso aún era posible, pero a una escala muy reducida